El Juicio de Núremberg no solo representó un hito en la historia del derecho penal internacional y la justicia global, sino también un llamado a la memoria colectiva.
Recordar aquel veredicto no es un simple ejercicio histórico: es reafirmar que la memoria es un arma contra la impunidad. Núremberg marcó el inicio de un camino donde quedó claro que los crímenes de guerra, los crímenes contra la humanidad y el genocidio no pueden quedar sin sanción, y que la obediencia debida no exime de responsabilidad.
La memoria nos recuerda que la dignidad humana es un valor fundamental e inviolable. Mantener vivo este legado no solo honra a las víctimas del pasado, sino que también nos compromete con las generaciones presentes y futuras en la defensa de los derechos humanos y en la lucha frente a las atrocidades contemporáneas.
